Y mire. Contemple el futuro
Y vi como se diezmaba
nuestra raza. Cazada más allá de la caza, muerta más allá de la muerte, hasta
el último de ellos. No habría más hijos, ni nietos, ni padres ni madres. Esta
fue la primera señal que me dio Fénix. De lo que nos darían los hijos de la tejedora,
los humanos a los garous.
Y mire. Contemple el futuro.
Vi crecer a los hijos
de la tejedora, vi crecer a una inmensa marea de humanos. Vi más y mas hasta
que Gaia gimió por tener que soportar el peso de todos, Sus casas estaban
abarrotadas, sus rastrillos la violaban, sus manos araban la tierra árida,
intentando alimentarse de Ella. Esta fue la Segunda Señal de los
últimos días, que Fénix me mostró, de lo que los humanos harían.
Volví a mirar.
Contemplé la Tercera
Señal.
Demasiados. Demasiados
hijos. Demasiados Humanos. Y se enfrentaron entre ellos, unos contra otros, y
el Wyrm trajo la corrupción y le dio a cada uno cierta mesura. Y el extraño
Fuego que vi, descontrolado, la gran Columna de Humo que se alzaba sobre los
bosques, esparciendo la muerte allá donde brillaba en esa tierra oscura y fría.
Y oí la agonía del Mar mientras Ella entonaba un lamento fúnebre, porque algún
borracho estúpido había vertido un lago de muerte negra sobre ella.
Volví la cabeza
asqueada, pero no pude evitar mirar de nuevo.
Entonces, contemple la
cuarta señal
El Wyrm era poderoso;
sus alas abanicaban las brisas de la decadencia. Extendía sus enfermedades, que
eran horribles: El rebaño comenzó a sufrir enfermedades mentales y sanguíneas.
Los niños nacían deformes. Los animales enfermaban y nadie más podía curarlos.
En estos días finales, ni siquiera los guerreros de Gaia pudieron escapar de
las garras paralizantes del pájaro de la muerte que transmitía la enfermedad.
Con lágrimas en los
ojos volví a mirar y el fénix me mostró la quinta señal.
Vi columnas alzándose
como lanzas de muerte al hermoso cielo, perforándolo, permitiendo que el padre
sol ardiera ya abrazara a Gaia. La atmosfera era cada vez era mas tórrida;
incluso en la oscuridad del invierno, hacia calor. Las plantas se marchitaron
bajo el sol. Un grito de dolor y afección surgió de los agónicos bosques: al unísono,
todos lloraron lágrimas de luto.
Entonces, como si se
rasgara un velo, me mostró la sexta señal.
En estos últimos días,
Gaia se sacude de rabia. El fuego hierve en las profundidades. Las cenizas
cubren el cielo. El Wyrm acecha en las sombras creadas por estas... y se
prepara para atacar. Los guardianes se han ido; los guardianes de las sendas y
las encrucijadas han desaparecido. En estos días finales, la sexta señal se dará
a conocer entre las manadas que se formen. Cada manada tendrá que realizar una
búsqueda, tendrá que emprender un viaje sagrado. Esta es la voluntad de Gaia.
Y vi como el cielo se ennegrecía
y la luna era de color sangre.
Y vislumbre la séptima
señal, pero no logre mirarla por completo. Sin embargo, pude sentir su
calor.
El Apocalipsis. Los días
finales del mundo. La luna había sido engullida por el sol y ardió
en su estomago. Fuegos impíos caían al suelo, quemándonos a todos, retorciéndonos,
y haciéndonos vomitar sangre. El Wyrm se manifestó en las torres y los ríos y
el aire y la tierra y sus hijos corrían por todas partes descontrolados,
devorando, destruyendo, invocando maldiciones de todo tipo. Y el rebaño corría
aterrorizado. Y los oscuros, los hijos del Wyrm salieron reptando de sus
cavernas y caminaron por las calles a la luz del día.
Aparte la mirada de la
señal. Entonces Fénix me dijo: Así es como será, pero no como debería de ser.
Y entonces Fénix me
abandono.
Ahora, no puedo soñar.
Solo puedo recordar las señales con perfecto detalle. Estos son los últimos días.
Que Gaia se apiade de
nosotros.